martes, 29 de marzo de 2011

Confesión

No iba errado quien una vez dijo que a las palabras de amor les sienta bien un poquito de exageración, y menos errado iba aún quién manifestó que con las pasiones uno no se aburre jamás.
Como es normal, estos sentimientos tan hermosos a primera vista, suelen ser mucho más dantescos de lo que te pintan en las películas de Hollywood, llegando a destrozar, a veces, vidas enteras. Ésta es la historia de mi vida, o mejor aún, la historia de la historia que acabó con mi vida.
¿Quién puede predecir que tu vida acabará un miércoles cualquiera, sin tener planeada ninguna actividad extraoficial? Sabes exactamente cómo será el día desde el momento en que te levanta el despertador hasta el momento en el que te acolcha el televisor: desayuno, trabajo, compra… Hace tiempo que mis miércoles son así, no me quejo, a veces la rutina acomoda y da seguridad. Yo me levanto como todos los días al lado de un tipo casi inerte que ronca cuando duerme. Es un buen tipo, me quiere y todas esas cosas… y sé que nunca me abandonará, pero seguro que si preguntas ¿cómo será tu marido cuando crezcas? a todas las chicas adolescentes sobre la faz de la tierra, ninguna con 2 dedos de amor a la emoción te dirá que quieren a uno como el mío.
En serio, si llego a saber que Damian iba a estar ahí, te juro que mando a mi marido a que haga la compra. Aunque esa mirada… ¿Verdad que dicen que el amor de tu vida es uno entre un millón? Da igual, su abandono fue un eterno castigo sin crimen previo.
El azar ha querido que después de una infinidad de años me encontrara con Damian en el supermercado, y nada hay que apelar con el azar. ¿Qué decir? Ha estado cinco años fuera, cinco años desde que me abandonó sin ningún tipo de explicación, marchándose a alguna parte con sus planes nuevos bajo el brazo, y yo no estaba en ellos. Pero sigue conservando esa sonrisa y ese encanto natural. Al ver mi gran barriga de embarazada ha soltado un sincero “estás muy guapa”, lo ha dicho con ritmo, como una caricia íntima que mi marido sería incapaz de darme. Sé que las comparaciones son odiosas, pero a veces es inevitable hacerlas cuando has estado en dos estadios tan distintos de relación. No debería pero le he dicho que me llamara. “No he cambiado de número” le he confesado, es como si solo hiciera una semana que se hubiera ido y yo nunca hubiera dejado de estar pendiente de él, como la veinteañera pasional que fui.
Nos hemos despedido con la promesa de que iremos a tomar un café, me he dado media vuelta y he seguido haciendo la compra.
Para serte sincera no he pensado mucho sobre el tema en ese instante, estaba como en shock. No es fácil reencontrarte con el amor de tu vida, casado, cuando tú también te has casado, y encima estás embarazada.
En el pasillo de la fruta ha vuelto, me ha dicho que todavía piensa mucho en mí. Se puede saber cómo puede llegar después de cinco años con una sortija en el dedo y entrometerse en mi vida, así, por las buenas? No es que quiera hacerle sentir culpable, el pasado pasado está, pero supongo que el inconsciente siempre ha de querer calibrar un poco su malestar cuando tiene ocasión. Cinco minutos con él y ya me parece que mi vida ha sido una gran farsa. Es una relación dañina.
Cuando me he dispuesto a marchar, Damian me ha cogido del brazo. Ha sacado a la luz la obviedad que he estado intentando mantener bajo tierra desde que lo he visto: ambos amamos a nuestras respectivas parejas, pero lo nuestro es diferente. Somos Damian y Diana y eso nadie puede cambiarlo ni romperlo, ni siquiera nosotros.
He empezado a correr con el carro de la compra como huyendo de un mundo que se desmorona, dejando atrás a ese hombre que todo me lo dio en su día y todo me lo arrebató. Pero como por arte de magia he encontrado las fuerzas para mirar a los ojos de mi condena y dejarla en la nevera de congelados; Damian me había seguido.
No había sentido jamás una emoción tan intensa como la que he sentido cuando me ha mirado a los ojos, se ha agachado y ha besado mi barriga encinta. Me he quedado paralizada como si un relámpago hubiera atravesado mi cuerpo. Él se ha largado.
En cuanto he logrado reaccionar, Damian se había esfumado.
Todo el supermercado ha clavado los ojos en la loca que gritaba a pleno pulmón dicho nombre por todos los pasillos del local y por todo el parquin. No le volvería a ver, de eso estoy segura.
¿A sido entonces cuando ha roto aguas?
Así es inspector, en el parquin trasero no había nadie y cuando han llegado ya estaba de parto. Los médicos me han dicho que el estrés provocado por una emoción tan intensa puede haber sido el desencadenante de un parto tan prematuro.
Sé que es repugnante que una madre arrebate la vida a su hijo segundos después de habérsela dado. También sé que merezco la pena capital, pero aún así será una condena más leve a la de tener que vivir viendo cada día a Damian en los ojos de mi hijo. El beso de Damian estaba endiablado, no le bastó con arrebatarme cinco años de mi vida, sino que tuvo que arrebatarme a mi hijo también.
Muy bien Diana su confesión será tenida en cuenta por el juez a la hora del veredicto, pero yo de usted me empezaría a despedir de su marido, si lo cree conveniente…

miércoles, 16 de marzo de 2011

La lengua verde de los esquimales

¿Vas a ladrar todo el día, perrito, o vas a morder?”
Reservoir Dogs.


Nadie pudo pensar la de vueltas que darían nuestras vidas al entrar por aquella puerta asquerosa sin pomo. Nadie se había despedido de sus familias, nadie había llamado a sus madres para decirles que no asistirían a la próxima comida navideña, a comer canelones y turrón. No es que no llamáramos para evitarles el disgusto, sino porqué tanta gente antes había entrado en esta salita, sin más pérdida que sus carteras, que ninguno de los presentes podíamos imaginar que esta noche se jugaba mucho más.

Crucé la puerta quitándome el sombrero, y el mismo humo que cubría la sala me arrastró hasta mi sitio. Los otros cuatro ya estaban quitándose el abrigo y encendiendo sus cigarrillos, o llenándose el vaso de whisky. Nos saludamos con un nimio gesto de cabeza. Una vez sentados todos alrededor de la mesa redonda, se recordó el precio del bote: cien de los grandes por participante. A mi derecha estaba El Irlandés, un beodo de cabeza a pies que por sus muchos años de experiencia en la barra sabía hacer casi todo borracho. Realmente no era irlandés, pero su aguante con las jarras de cerveza le habían bautizado así.
A su lado estaba El Español: un hombre con barriga y bigote, casi calvo, rudo, y con una camiseta de tirantes blanca. Él sí era español, no hacía falta jurarlo. Éste, desparramado sobre su silla y sobre la mesa, hacía retirar al siguiente hacia la derecha, El Italiano, un joven delgado de mala reputación con familiares en la mafia.
A la derecha de El Italiano estaba El Argentino, un tipo hablador que siempre bromeaba, a veces más de la cuenta cuando bebía bourbon. A su lado estaba yo, El Esquimal.

Todos nos conocíamos de vista, habíamos coincidido alguna que otra vez en bares o se habían cruzado nuestros intereses mercantiles en ocasiones. Ninguno de nosotros era la definición de amable, de buena persona, por eso podíamos estar todos en la misma habitación sin acabar a balazos. A excepción de El Irlandés. El Irlandés era buena persona, pero muy cabrón.

Al empezar la partida se nota la tensión inicial. Veo mi siete y mi tres. El Italiano sube de inicio, El Argentino lo ve, << ¿Cómo empiezas tan fuerte huevón? no ves que es la primera mano!>>. Yo no voy. El Irlandés tranquilamente coloca las fichas de más en la zona de apuesta, mientras El Español las arroja sobre la mesa.
Cuando no juegas una mano, es importante observar el juego de los demás para poder predecir cómo actuarán más adelante.

La primera mano ya resulta ser una gran carnicería entre El Italiano y El Español. Gana éste ultimo por carta alta, casi arruinando a El Italiano a la primera.
A medida que pasan las rondas todos vamos jugando más tranquilos, a diferencia de El Italiano, cada vez más nervioso, cómo a punto de sufrir un cortocircuito.
En el ecuador de la partida, El Italiano sufre otra gran pérdida y delante de un comentario de El Argentino, el calabrés se levanta coge el revólver y dispara a la cabeza del sudamericano. Pum. Todos le miramos con cara de reprobación, pero al fin y al cabo El Argentino siempre fue un estafador, nadie le echará en falta.

Las fichas siguen intercambiándose de manos, el dealer sigue girando, hasta que nuevamente El Español le gana una gran cantidad de fichas a El Italiano: <> El Español lo mira a la cara y escupe al suelo riendo. <> grita El Italiano mientras empuña el arma por segunda vez, y por segunda vez también dispara y acierta. Otro aspirante al dinero menos. Todo el mundo sabe que El Español era un vicioso, un guarro y que no tenía escrúpulos, así que le estaba bien empleado. Yo nunca habría apretado el gatillo contra esos dos pobres diablo, y menos en medio de una partida de póker, pero se está haciendo tarde y me esperan, así que voy a intentar eliminar a éstos dos que quedan, para irme con los bolsillos bien llenos.

El Irlandés es quién más fichas tiene, el calabrés el que menos, y así vamos aguantando los tres unas cuantas rondas, cuando de repente aparece el All in de El Italiano. El Irlandés lo iguala, yo no lo veo, no quiero arriesgarme, es demasiado dinero para perderlo en una sola mano. Antes de girar las cartas, El Italiano saca la pistola y apunta a El Irlandés. <>.

Se oyeron dos disparos consecutivos, cayeron dos cuerpos al suelo: uno era pesado y anciano, el otro lozano y jovial. Guardé mi revólver, cogí el dinero y me dispuse a salir hacía el coche patrulla que me esperaba.
Recordad que por aprovecharme tan solo soy un cabrón en un mar de estúpidos.

sábado, 12 de febrero de 2011

Música de cañerías

Deberías descargarte mi última maqueta, Música de cañerías Vol. 1, dónde convergen los sonidos clásicos con puntos de vista más actuales. Colaboraciones vocales por Ave y Just.


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lunes, 18 de octubre de 2010

No hallé el motivo para crear el silencio que separó en dos el ruido del hierro que rechinaba en mi cabeza. Donde todo el bronce no es más que cuatro montoncitos que utilizo para poner la ceniza de los cinco cigarrillos que se esfumaron mi sexto día. Al séptimo tuve la sensación de poseer la paz que me inspiraba el ocho tumbado. Aunque de nuevo susurre un silencio, para borrar este decálogo y empezar de cero.

domingo, 22 de agosto de 2010

Por los dias que no hay mucho que contar, aunque hayan sido especiales. Porque a veces el amor es supremo, y a veces es simplemente la union corporal del aliento, del sudor, de un diente por diente romantico y oscuro, mierda, digo supremo.

jueves, 29 de julio de 2010

La zona turistica fue la que quiso prender fuego al tiempo de mis dos dias festivos. El fuego, el fuego y el tenedor de: pincha, pincha aqui y ahi y

viernes, 16 de julio de 2010

Ayer por la noche te podria haver manchado más de cien bendas con poemas de color rojo corazón.

Nadé por tu violento Pacifico, nadé por tu universal Atlántico.